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"Goldman rescata al gondolero clásico (...) a través de su desbordante imaginación, con un toque de fábula y una estructura al más puro estilo Andersen"
LOS GONDOLEROS SILENCIOSOS, de William Goldman
Me acerco silenciosamente a la videoteca. Apoyo mi oreja en la puerta de madera: “marginal”, “idiosincrasia”, “prepotencia”, “alevosía...
"Goldman rescata al gondolero clásico (...) a través de su desbordante imaginación, con un toque de fábula y una estructura al más puro estilo Andersen"
LOS GONDOLEROS SILENCIOSOS, de William Goldman
Me acerco silenciosamente a la videoteca. Apoyo mi oreja en la puerta de madera: “marginal”, “idiosincrasia”, “prepotencia”, “alevosía”, “resquemor”, “preponderancia”…
Solo puedo preguntarme el motivo de tanta palabrería. Me encantaría atreverme a preguntar, pero creo que sé exactamente lo que va a pasar: picaré a la puerta, se abrirá, me lanzarán el libro y cerrarán. Igual que la última vez.
Pico a la puerta. La errata cuerda se queda a media palabra “temer..”. Se oyen ruiditos, respiraciones. Vuelvo a picar. La puerta se abre, lanzan un libro y vuelven a cerrar. Me sonrío, pero siento indignación. Miro a mis pies. En el suelo descansa un libro titulado “Los gondoleros silenciosos”. Ojeo rápidamente y pasan ante mis ojos ilustraciones de Venecia.
“¿Habéis estado en Venecia?”
“Si, si que estuviste en Marienbad”.
Risas…”¿Habéis estado en Venecia o no?”
No tengo respuesta. Una vez acabado el libro me vuelvo a preguntar si han estado en Venecia. Yo lo estuve, y hace poco además. De Venecia me encanta la superposición entre el tiempo pasado y el actual. Se ve en cada piedra, en cada estatua, en cada detalle y en cada gondolero.