Leviatán o la ballena en El blog de Manuel Peinado
18/11/2010

"Un libro que he leído con la avidez (...) con la que uno se aferra a las obras maestras" Manuel Peinado, catedrático de la Universidad de Alcalá

LEVIATÁN O LA BALLEN, de Philip Hoare

Desde que era niño me han fascinado dos animales: las ballenas y los murciélagos. Los veo ahora mismo, en los torpes dibujos del ejemplar que conservo...
18/11/2010

"Un libro que he leído con la avidez (...) con la que uno se aferra a las obras maestras" Manuel Peinado, catedrático de la Universidad de Alcalá

LEVIATÁN O LA BALLEN, de Philip Hoare

Desde que era niño me han fascinado dos animales: las ballenas y los murciélagos. Los veo ahora mismo, en los torpes dibujos del ejemplar que conservo de la vieja Enciclopedia intuitiva, sintética y práctica de Álvarez que estudiábamos en tercer grado de primaria, modesta predecesora de las cibernéticas enciclopedias que hoy manejan los escolares. Cuando la maestra explicó que, pese a nadar las unas y volar los otros, ni las ballenas eran peces ni los murciélagos aves, quedé atrapado para siempre en la afición por la naturaleza. «Algún día estaríamos preparados –decía la maestra- para comprender que los animales que ahora vemos no fueron siempre así, según las teorías del sabio don Carlos Darwin», un sabio cuyas venerables barbas no aparecen en el viejo ejemplar que conservo de aquella Enciclopedia en cuya estampilla inicial figura el nihil obstat de Su Eminencia Reverendísima José, arzobispo de Valladolid, arropado por las rúbricas de dos canónigos censores. ¡Cómo para hablar de Darwin!

Mi apego a la profesión que me enamora debe mucho a mi fascinación por comprender cómo, por qué y para qué unos animales que caminaban por tierra firme sucumbieron hace millones de años a nuestro inalcanzable sueño de nadar y volar en libertad. Cetáceos y quirópteros habitan en dos universos –el agua y el aire- de los que apenas conocemos una mínima fracción de su abrumadora inmensidad. La vida surgió del mar hace más de tres mil millones de años; desde entonces, el hombre y sus creaciones –el arte, la literatura, las ciencias, las ciudades y las civilizaciones-, que en nuestra miopía antropocéntrica se nos antojan eternas, aparecen y sucumben, mientras que el mar va y viene pero sigue siendo el mar. 

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