Kanikosen en Le Monde
26/02/2010

El lector occidental pensará en Joseph Conrad (...) Una de las grandes obras de la literatura japonesa

Kanikosen, de Takiji Kobayashi: el infierno de los mares ruso-japoneses

Ochenta años después de su primera edición, una novela “proletaria” obtuvo en Japón en el año 2008 un éxito inesperado, suscitado por la relectura que se hizo d...

26/02/2010

El lector occidental pensará en Joseph Conrad (...) Una de las grandes obras de la literatura japonesa

Kanikosen, de Takiji Kobayashi: el infierno de los mares ruso-japoneses

Ochenta años después de su primera edición, una novela “proletaria” obtuvo en Japón en el año 2008 un éxito inesperado, suscitado por la relectura que se hizo de la obra en medios universitarios. Para sorpresa generalizada de la crítica, esta novela –que está marcada por el tiempo y el lugar en que fue escrita– se convertía en una traducción limpia e impactante de las preocupaciones que acuciaban a las jóvenes generaciones actuales. 

Ciertamente, el autor, asesinado en 1933 a la edad de treinta años, en condiciones misteriosas (probablemente a resultas de los golpes de los policías que le detuvieron por actividades subversivas procomunistas) no era ningún desconocido: su valentía era citada a menudo como un ejemplo. Pero, ¿quién iba a imaginarse que el triunfo engañoso del liberalismo, con las consecuencias desastrosas que todos conocemos para la casi totalidad de la población de países hasta ahora considerados “desarrollados”, iba a hacer resurgir hasta tal punto las angustias de un siglo atrás?

Takiji Kobayashi consagró varios años de su juventud mutilada a estudiar el entorno de los campesinos y de los obreros, a preguntar entre campos y fábricas, y en los puertos de Hokkaido y al norte de la isla principal de Honshu, región de la que procedía. Su objetivo era denunciar las condiciones de trabajo inhumanas que se imponían a los agricultores, a los obreros y a los pescadores, para aumentar la rentabilidad de las empresas o de los propietarios. Inspirándose en varios hechos reales –el motín de un barco pesquero y conservero de cangrejos, y el naufragio de otro barco cuyo SOS, para no perder tiempo, el capitán del buque factoría optó por no atender–, Takiji Kobayashi publicó Kanikosen en 1929, primero en una revista y con ciertas censuras de la redacción de la misma, y luego en un volumen clandestino, pues el libro fue prohibido después de la guerra. 

Se trata de una novela notable, no solamente por su temática, sino por su forma (…). Curiosamente, en lugar de un objetivo marcadamente político que habría podido conducir a un estilo naturalista y edificante, el autor busca sus modelos en la vanguardia europea. (…) Y por supuesto, eso es lo que dota de fuerza a la novela.

Efectivamente, el escritor elabora una novela político-social dónde los personajes se describen mediante su función o su edad, pero pocas veces por su nombre (…) El talento del autor supera la simple toma de conciencia política: la reconstrucción del trabajo y las labores en el infierno flotante que es el barco pesquero, y las relaciones entre pescadores, obreros y sus vigilantes son de una verdad estremecedora. Crudo en sus descripciones, especialmente en lo que se refiere a las abyectas condiciones de higiene, las frustraciones, las relaciones sexuales entre la tripulación y la intolerable violencia de la represión y de los castigos corporales, llegando incluso hasta el asesinato), el novelista deja que tanto en el lector como en los personajes se solidifique una cólera sorda que desemboca inevitablemente en un motín. Los escasos momentos de verdadera humanidad proceden de una familia rusa que acude en ayuda de la chalupa extraviada, en plena tormenta, de pescadores, y por algunos gestos de solidaridad entre los mártires que vagan por el barco.

Un lector occidental pensará de inmediato en Joseph Conrad, pero no estamos remontando el río Congo. El pesquero navega por Kamtchatka. Los empleadores (y sobre todo un monstruoso capataz) mezclan descaradamente discursos nacionalistas, intimidaciones profesionales y maltratos físicos para obligar a los marineros, entre los que se encuentran muchos agricultores en paro y estudiantes arruinados, a renunciar a toda dignidad humana para enriquecer a los inversores, que han rehabilitado bañeras vetustas y las han puesto a las órdenes de capitanes borrachos. 

No hay ninguna duda de que Kanikosen debe contarse entre las grandes obras de la literatura japonesa, a la vez literarias y humanistas, con efectos políticos y sociales, al mismo nivela que, por ejemplo, Lluvia negra, de Masuji Ibusé. Pero en cierto modo, la narración de Kobayashi es más radical, por su mezcla de violencia y sobriedad, de hiperrealismo y de negación de toda psicología novelesca, de lirismo poético y de frialdad inflexible.

René de Ceccatty, Le Monde 07/01/2010

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