"El último viaje del capitán Salgari", en LA RAZÓN
12/12/2012

Toni Montesinos recorre la vida de Emilio Salgari a través de la biografía novelada escrita por Ernesto Ferrero

Éste es el canto de cisne de un hombre que escribe sus memorias sumido en el quebranto y la extenuación. Un bello canto para Emilio Salgari, porque su autobiografía es a la vez su última ensoñación: revivir la juventud a b...

12/12/2012

Toni Montesinos recorre la vida de Emilio Salgari a través de la biografía novelada escrita por Ernesto Ferrero

Éste es el canto de cisne de un hombre que escribe sus memorias sumido en el quebranto y la extenuación. Un bello canto para Emilio Salgari, porque su autobiografía es a la vez su última ensoñación: revivir la juventud a bordo de barcos surcando mares asiáticos, rememorar el primer e imposible amor adolescente, retomar una vida de pirata que no pudo ir más allá, pues el mar y los peligros fueron sustituidos, aunque pueda parecer una invención, por el periodismo, el escritorio, las novelas escritas a destajo y la muerte: la muerte mental de Ida, su esposa, ingresada en un psiquiátrico y que hundió sus años postreros, su muerte en forma de harakiri el 26 de abril de 1911, en un bosque cercano a su casa de Turín; la muerte prematura de sus hijos Fatima y Nadir, más los suicidas Romero y Omar (el padre del autor también se había quitado la vida en 1889). Pero antes, logra Salgari burlarse de toda esta muerte previa y futura, recordando. Echa la vista atrás. «"Mis memorias" serán, por eso, el coronamiento de toda mi obra: la síntesis, el epílogo», dice en la primera página, melancólica, sufriente. (...)

A recorrer esta vida, esta muerte y estos viajes se ha dedicado Ernesto Ferrero (1938), cuyo «El último viaje del capitán Salgari» publica este mes la editorial Ático de los Libros. Se trata de una novela en la que el escritor y crítico literario turinés recrea la existencia de Salgari a partir de las voces de su entorno: sus hijos, una chica que queda encandilada por él, su médico, un periodista que va a verlo en 1909 y se encuentra con «el retrato del cansancio»... Pero el autor más famoso de Italia no iba a tardar mucho en descansar eternamente, con el gesto simbólico de abrirse el cuerpo reclamando el honor que las calamidades familiares y profesionales le habían arrebatado.   

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